La tempestad amenazaba con deslucir la gala pero finalmente las celebrities no tuvieron que poner al mal tiempo buena cara.
Esta 83 edición nos ha enseñado a distinguir tal cantidad de rojos: pasión, anaranjado, intenso, frambuesa, mora, grosella… que cuando llegamos a los pies encarnados de la gélida Nikole Kidman, solo nos extraña que le saque una cabeza a su actual esposo Keith Urban, mientras con Tom Cruise no se permitía una pizca de tacón.
Mucho se han comparado las dos caras de la maternidad. Espléndida Natalie Portman, que optó por la línea más descanso de Jimmy Choo; desacertada y folclórica Penélope Cruz, que tampoco necesitaba recordarnos lo duros que resultan los tiempos de crianza. Una pena que este año no pasara mamá Jolie por la alfombra roja para darles lecciones a las dos.
Impecables Camile Alves y Mattew Mc Conaughey, perfecto el peinado pixie de Michelle Williams, elegantísima Cate Blanchett, y muy moderno el Calvin Klein de Gwyneth Paltrow, doradísima de los pies a la cabeza. Menos se entiende lo poco favorecida que apareció Scarlett Johansson, tan mal peinada que más que aprovechar su reciente soltería, parece que la bella creyera que su ex sigue dentro del ataúd de Buried, y de ahí que se maquille como una triste viuda.
Melissa Leo recoge el premio con bailarinas
Dará que hablar el gesto working girl de Melissa Leo, que llegó a la gala a bordo de unas plataformas doradas, y recogió el premio a ras de suelo, ¿luciendo? las bailarinas más confortables del mercado. ¿Gesto intencionado? ¿Imperdonable descuido culpable del fucking que soltó antes del discurso?
¿Dolor de pies? Qué le pregunten a la presentadora Anne Hathaway, tan segura sobre sus preciosos zapatitos de princesa forrados de Swarovski, como arriba de las plataformas Jimmy Choo, para alivio de su compañero James Franco, que en ningún momento tuvo que ejercer de príncipe para asistir a la linda Cenicienta.
Sol Alonso