«Sé una oruga de día y una mariposa de noche» Coco Chanel.
Nacidos como monederos que colgaban de una faja dorada, los primeros bolsos de noche de los siglos XIII y XIV estaban hechos de retales bordados de telas utilizadas para la confección de tapices o de vestiduras eclesiásticas. La dama medieval carecía de bolsillos en sus atuendos por lo que su limosnera, una bolsita para llevar el dinero de las limosnas, quedaba siempre a la vista, de ahí que sus diseños fueran tomando más importancia y dando paso a los bolsos de noche.
Unido para siempre al coqueteo, el bolso de noche puede ser del tamaño de un guisante siempre y cuando pueda contener una barra de labios. Este bolso fue creado sólo por su glamour, sin tener en cuenta los aspectos prácticos.
Hoy en día las aspirantes a ganar un Oscar pisan la alfombra roja sujetando un bolso con la misma intención que tenían las mujeres al portar las bolsas para juegos: impactar.
A medida que las exigencias de la coquetería social y el flirteo se iban haciendo más complejas, con los abanicos, perfumes y tarjetas de visita, la necesidad de unos receptáculos más elegantes se fue haciendo más imperiosa.
En el siglo XIX nace el bolso de noche propiamente dicho. Eran llamados ridículos y la primera en llevarlo fue la emperatriz Josefina.
Las que disponían de tiempo para trenzar seda y bordar cuentas venecianas d cristal durante todo el días disponían a su vez de tiempo para dedicar la noche al juego y, por supuesto, al cortejo. Las descripciones que hace Jane Austen de heroínas confeccionando bolsos de encaje es la mejor imagen de las firmes ambiciones sociales de las jóvenes en edad de casarse.
Durante la Gran Depresión los bolsos siguieron de cerca las lineas de la moda. Los trajes de noche de los años treinta quedaban ceñidos al cuerpo y lo mismo sucedía con los bolsos.
La intriga y el ocultamiento eran temas con los que jugaban nuestros complementos protagonistas de los años cuarenta, con varios bolsillos en su interior, compartimentos escondidos, y una correa para colgar al hombro.
Pero con el new look de Dior el olso de noche volvió a ser un objeto frívolo y decorativo. Desde entonces se han recreado en ser diminutos y primorosos, desde los bolsos gogó de los sesenta, hasta los bolsitos de cuero para colgar al cuello de los discotequeros años setenta. El diminuto y poco práctico bolso de noche actual nos libera porque en él no cabe casi nada, el brillo de labios y la tarjeta de crédito.
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Por Paula Alonso